15.10.04

20

El destino es la leche. Tú vas tranquilamente por la calle donde vivía tu tío y te acuerdas de aquel niño que iba contigo a clase, que además vivía en la misma portería y que tenía los primeros padres separados que tú conocías. Y justo al pasar por la puerta, ésta se abre y aparece un tiarrón con cara de resaca y mala hostia. Bajas la mirada en un acto reflejo, y mientras piensas que te suena ese pelo despeinado, oyes tu nombre.
No puede ser. Tu voz no era así, y yo era casi más alta que tú. "Pero tío!!, ¿ qué te han dado de comer en la cárcel?, ¿ no te buscaban por deserción en el ejército?, ¿es verdad que tu hermano era un yonqui y que lo echaron del equipo de rugby nacional?, ¿dónde has estado todo este tiempo?".
Pero no. En lugar de eso, le preguntas que cómo está y qué tal le va. Y después de un tiempo convencional de conversación forzada entre dos estraños, os acabais riendo sólo de pensar desde cuando no os veíais. Hace 20 años que nos "echaron" al mundo con el cuaderno de notas lleno de firmas. Y ha bastado un momento para recordar 10 años de ser el primero y la última de la clase (alfabéticamente hablando), claro.

"Me alegro de haberte visto, xaval".

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