3.2.05

Estoy en una reunión informativa sobre la formación contínua en las empresas. No me entero de nada, porque no estoy escuchando. Ni siquiera me interesa lo que dice esa señora con peinado relamido y de imagen cutre y anticuada.
Manolo ha muerto.
No aparto de mi mente ese pensamiento. No puedo olvidar a su mujer; pequeña, sola, triste, compañera de trabajo y viuda desde ayer. A él no le conocía demasiado. Básicamente había tenido discusiones con él, tratando asuntos de trabajo como representantes de ambos bandos de la empresa. Pero nunca me causó esa mala impresión que tenía mucha gente de él. Siempre le tuve lástima, porque le veía partiéndose los cuernos por una familia que no era la suya, y que al fin y al cabo, acabó relegándolo a meras tareas administrativas cuando aparecieron los herederos con carrera.
Ruido de papeles; todo el mundo está buscando un impreso dentro de la carpeta que nos han dado antes. No sé ni para qué sirve y lo cierto es que me da igual.
No me concentro. Creo que lo mejor es que me vaya a la hora de la pausa.


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