30.8.05

Cómplices

No me pude escapar y tuve que llamar a Esther. Una conversación desganada en la que ya sabia lo poco que iba a durar su interés por mí y lo mucho que iba a abarcar su inagotable fuente de yo, mi, a mí, etc.
Quería que supiera que después de pasarlo muy mal estos dos últimos años, ya se había repuesto y estaba intentando que su marido se hartara de ella, como siempre haciendo gilipolleces de adolescente. Lo que no me explico, es que después de tanto tiempo de mi ausencia paternalista, siga buscando mi complicidad y bendición para todas sus trastadas, cuando lo más que le puedo demostrar es indiferencia y un poco de hastío.
Que sí, que ya te llamaré.
Tenía otro mensaje, esta vez de Sonia, que también me echa de menos. Es curioso esto de las cadenas de pensamiento.

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