3.12.04

Puertas

He entrado en una cafetería y no podía creer lo que he visto en el lavabo. La puerta estaba intacta. Nadie se había dedicado a rayarla todavía escribiendo chorradas o mensajes de soledad. Me he acordado de un bar en Ferrol que tenía las paredes de los lavabos de pizarra, con un cestito lleno de tizas de colores para pintar o escribir lo que fuera. Ha sido en ese momento cuando he comprendido la rareza del ambiente en mi trabajo.
Que yo sepa, cuatro compañeras están a punto de separarse. Algunas más cercanas que otras a mí. Alguna con la que he compartido confidencias, problemas y bastantes risas a lo largo de 11 años. Seguramente la que lo tendrá peor, y precisamente la que ha decidido compartir sus nuevos problemas con las futuras demandantes de pensión, en lugar de hacerlo con el viejo equipo con el que contaba para quitar plomo a su vida. Por eso parece que ultimamente trabajemos en dos bandos separados. Las que llevamos menos en esto de la pareja, no tenemos una opinión válida para este tipo de problemas. Quizás sí, pero no quieren oírla.
Nosotras todavía no estamos rayadas.

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