28.11.04

Gente

Es increíble lo que puede cambiar una cena si te sientas en el sitio equivocado. Nunca debes entrar en un restaurante la primera, porque si te han reservado la mesa del rincón, empezarás a correr sitios para los demás y acabarás donde y con quien no te correspondía.
Qué vas a hacer? Pues capear el temporal y echar mano del que sí es tu amigo para buscar un poco de complicidad. Al cabo de un rato y de un par de botellas de vino de Creta, te ves animando a un tío que te cae fatal, pero al que ves hecho polvo por su reciente ruptura matrimonial. Asombrada de ver a dos amigas reirse de una tercera, que no paraba de preguntar: ¿de qué os reís?. La respuesta era tan simple como ella. El novio de ésta, un bocas de los que intenta ser recordado en cualquier sitio que se honre con su presencia. A su lado un chico majo. En la esquina, mis dos puntos de referencia, pasándolo en grande y echándome miradas de compasión y mofa. Más cerca estaba mi amiga la guiri, intentando estar por todos, ya que la ocasión se debía a su visita, y después de una tarde de compras todavía tenía energías para todos. Su boyfriend, el alma de cualquier fiesta, desarrollando sus aptitudes de anfitrión y echándome una mano de vez en cuando.
¿Y yo?.
Con los ojos como tomates, por mi gran idea de ponerme rimmel y olvidarme de que pasado un tiempo prudencial de digamos 8 horas, siempre acabo con el escozor padre. Pensando en el día que había pasado dedicada a los demás desde muy temprano, y en las ganas que tenía de acabarlo.
Los dejamos dando vueltas por Gracia, buscando el garito apropiado para no se qué. Yo ya no estaba para eso.

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